FIP President’s Note:
By Reynaldo Montemayor Jr. PhL.
Presidente de la FIP
Director del Instituto Pastoral- Diócesis de Laredo (TX)
21 de Junio de 2012
“¿Con qué autoridad?”
· VER
Lo que hemos visto actualmente ha sido una guerra contra la religión organizada y el uso recto de la conciencia por algunos en el gobierno, los obispos católicos de los E.E.U.U. luchando por estas libertades fundamentales, las reacciones traidoras de algunas instituciones dentro de nuestra iglesia católica, la visita del papa a México en la tierra de la persecución Cristera, el debut de una película sobre la guerra Cristero en México a mediados del siglo veinte contra una persecución socialista de la Iglesia (Cristiada o For Greater Glory), etc. Los acontecimientos positivos me hacen sentir orgulloso de ser un hispano católico de descendencia mexicana. ¡Que la sangre de los mártires corra por nuestras venas en la comunión de santos! ¡Viva Cristo Rey! Pero los acontecimientos negativos de disensión y rebelión dentro de la Iglesia me han estremecido y entristecido. Estas divisiones en nuestra nación y dentro de nuestra Iglesia me hacen ponderar “¿Con qué autoridad hacen estas cosas?” (cf., Mt 21, 23).
· JUZGAR
¿Qué podemos JUZGAR si nos preguntamos “con qué autoridad” el estado hace estas cosas? Sabemos que “toda autoridad viene de Dios” (Rm 13, 1). Pero esto no justifica- ni deifica- toda autoridad humana, particularmente la autoridad del estado, como algo sancionado por Dios incondicionalmente, como si los tiranos y los persecutores de cristianos estuvieran justificados en su abuso de la autoridad. Sabemos que la autoridad humana es no absoluta sino limitada dentro de la recta razón, por límites ético-morales buenos, por la ley natural y divina, etc. Estos límites morales implícitos y aplicados a la autoridad humana expresan respeto, harmonía y colaboración con la Voluntad de Dios. La autoridad humana o la autoridad del estado “viene de dios” solamente tanto en cuanto esté de acuerdo con ley natural/divina: Voluntad de Dios. Así, la autoridad humana sería legítima si está subordinada a la Voluntad de Dios; e ilegítima, si es contraria o si se atreve blasfemamente hacerse superior a la Voluntad de Dios, especialmente reconocible en la natural cuyos “preceptos principales se expresan en el Decálogo” (CCC 1955). Por esto Peter respondió a sus persecutores, “¡Debemos obedecer a Dios antes que a hombres!” (Actos 5, 29). ¡Los derechos y las libertades fundamentales vienen de Dios y no del estado! La confusión y el debate sobre este asunto revela dos visiones filosófico-teológicas distintas de la autoridad humana, como subordinada al Bien, o por encima del Bien; como sumisa a lo correcto y verdadero, o desafiante (y redefinidora) de lo correcto y verdadero. ¡Como católicos debemos afirmar que el estado no tiene ninguna autoridad ni para conceder ni quitar, sino sólo proteger, los derechos y libertades dados por Dios para cumplir principal y fundamentalmente nuestro deber de conocer y obedecer la Voluntad de Dios!
¿“Con qué autoridad” los obispos de los E.E.U.U. hacen estas cosas? Si “toda autoridad viene de Dios”, entonces los obispos como verdaderos sucesores de los apóstoles reciben su autoridad directamente de Jesús Cristo mismo. El Dios-Hecho-Hombre dijo a sus apóstoles: “«Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, […] enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado” (Mt. 28, 18-20). Como católicos debemos afirmar y asentir con la obediencia de la fe que los obispos tienen autoridad legítima para dirigir y gobernar la Iglesia como verdaderos pastores. ¡Jesús le dijo a sus apóstoles, “El que los escucha a ustedes, me escucha a mí” (Lk 10, 16)! Pero esta autoridad humano/divina de los obispos gozan no es entendida por la Iglesia como absoluta. La autoridad para enseñar de un obispo, por ejemplo, no es absoluta sino limitada no sólo por los límites morales mencionados anteriormente, sino también condicionada por la comunión con todos los demás obispos y el Papa, y dentro de materia de fe y moral. La autoridad para enseñar de un obispo sería legítima-e hasta infalible-, tanto cuanto enseña en comunión con todos los demás obispos y el Papa sobre la fe y la moral. Sabemos que tienen autoridad no sólo para enseñar, sino también para santificar y gobernar. Así también, la autoridad para gobernar de un obispo es legítima cuando se “ejercerse en comunión con toda la Iglesia bajo la guía del Romano Pontífice” (CCC 895) para el cuidado pastoral de quienes le son confiados para hacerlos fieles discípulos de Jesús. La USCCB, obispos en comunión entre ellos y con el papa, está llamando a todos los católicos a defenderse contra los ataques a nuestras libertades religiosas y de la conciencia detonados por el Mandato Anticonceptivo del HHS. Y sabemos que en los derechas y deberes dados por Dios, como en materia de fe y moral, “¡Debemos obedecer a Dios antes que a hombres!” ¡Así que, debemos obedecer a nuestros obispos, que representan legítimamente a Cristo (Dios) entre nosotros, más que una autoridad secular ilegítima! De hecho, aquellos con autoridad secular, si son católicos, también deberían obedecer a los obispos en cuanto a los derechos (naturales) dados por Dios, y en materia de fe y moral bien definidas. Todos los católicos “deben estar unidos a su obispo como la Iglesia a Cristo y como Jesucristo al Padre” (CCC 896). ¡Los católicos en autoridad secular no están exentos de esta unidad y comunión! Ellos, como todos los laicos católicos llamados a transformar el orden secular bajo el reinado de la justicia y caridad de Cristo, deben confiar de que la buena política nunca deberá oponer a, o estar en guerra con, la fe y la moral cristiano católicas, según lo precisa en el Magisterio vivo de la Iglesia.
¡Por lo tanto, también podemos JUZGAR de que es un gran escándalo que católicos individuales e instituciones católicas traicionen a la Iglesia y provoquen división y confusión dentro de ella al optar obedecer a los hombres antes que a Dios, a un partido político antes que la Iglesia, en estos asuntos fundamentales de fe y moral bien definidos! ¡Todos nosotros los católicos debe estar en cercana comunión con nuestros obispos en estos tiempos graves de persecución creciente en nuestro país!
¿“Con qué autoridad” los agentes pastorales o las instituciones hacemos estas cosas? Si “toda autoridad viene de Dios”, para nosotros en la Iglesia esta autoridad dada por Dios es más bien un “permiso ecclesial” para hacer lo que hacemos, puesto que depende de la ayuda, el reconocimiento y/o la aprobación de un obispo, o de obispos, de la Iglesia Católica. Encontramos autoridad moral y credibilidad de enseñanza del mandato de Cristo- como si fuera dirigido a toda la Iglesia- para “hacer discípulos de todas las naciones” (cf., Mt 28:19). Pero no podemos negar el hecho de que los apóstoles fueron originalmente y directamente dados este mandato (y la autoridad implícita en ello) de “hacer discípulos”. Por ello, lo que hacemos como agentes pastorales o instituciones de la Iglesia, lo hacemos bajo autoridad de la jerarquía de la Iglesia quien nos permite participar y colaborar directamente o indirectamente en el cumplimiento, o en la respuesta a, su mandato de hacer discípulos. Un instituto católico de formación, por ejemplo, basa su misión de enseñanza y existencia sobre la autoridad del obispo- o del grupo de obispos- que lo “instituye” como una participación formal en su (sus) munus docendi principalmente, e indirectamente en sus muneri para santificar y para gobernar también, para ayudar a hacer discípulos en y para la Iglesia. El estar en el comunión con la autoridad episcopal y el Magisterio concede una autoridad moral intra-eclesial para servir “en nombre de la Iglesia”. Pero esta autoridad moral intra-ecclesial tampoco es absoluta, y se debe comprobar y balancear siempre por la comunión con los obispos y el Papa, el Magisterium de la Iglesia, etc. Sin esta comunión una institución o un ministerio católica perdería ipso facto su legítima autoridad ecclesial moral para hacer lo que lo hacen “en nombre de la Iglesia”, pues ya no está en comunión con toda la Iglesia. De alguna manera, para que tal institución opte obedecer a los hombres antes que a Dios, obedecer intereses culturales, académicos, sociopolíticos antes que lo que enseña la Iglesia, es traicionar su autoridad moral legítima para servir “en nombre de la Iglesia” para en vez actuar a nombre y autoridad propia. ¡Aunque su auto-autoridad sea altamente prestigiosa para los estándares seglares del mundo, esta ciertamente no tendría ningún valor para los estándares evangélicos de la Iglesia! Una institución de la Iglesia que hace tal opción causa división y confusión si engaña otros o a sí misma actuando como si “en nombre de la Iglesia” cuando no lo está realmente.
· ACTUAR
¿Entonces, cómo debemos ACTUAR? Como presidente de nuestra humilde Federación de Institutos Pastorales nacional, invito y exhorto a todos nuestros institutos miembros, como agentes responsables de la formación en la fe y para el ministerio dentro de la Iglesia, a que expresen su obediencia, comunión y ayuda concreta a su propio obispo, y a todos nuestros obispos. Todos los miembros de la FIP debemos dar a un claro y unido signo y testimonio de cómo servimos verdadera y legítimamente “en nombre de la Iglesia”. Todos debemos hacer lo que podamos para apoyar y promover las iniciativas de la Quincena por la Libertad en nuestras áreas y alrededor del país.
Todos los institutos pastorales deben asegurarse y cultivar no sólo la calidad sino la fidelidad al Magisterium de la Iglesia de sus instructores, del contenido de formación en la fe en sus cursos y el en curriculum de sus programas, etc. La autoridad de enseñanza de un instituto pastoral, o la autoridad moral para enseñar, es legítima sólo si está en comunión con la Iglesia, su jerarquía y su Magisterium, etc. Un instituto pastoral de formación da un servicio eclesial auténtico y crece en verdadero prestigio eclesial tanto cuanto ejercita su autoridad legítima para enseñar y para formar “en nombre de la Iglesia” precisamente porque está verdad en comunión con la Iglesia.
Como presidente de esta Federación de Institutos Pastorales, exhorto a todos nuestros institutos miembros y amigos a que se comprometan en dar este tipo de servicio prestigioso a la Iglesia. Ruego que nuestro ejemplo de la fidelidad unánime, claro y dedicado pueda animar a otros en el ministerio de la formación en la fe, como también a otras instituciones de la Iglesia servidoras, a ser fiel a su llamado y misión dentro de la Iglesia a hacer valientemente lo que hacen “en nombre de la Iglesia” y no sólo a nombre propio. Que Dios nos bendiga y a nuestro servicio a la Iglesia. ¡Y que Dios bendiga América!
Reynaldo Montemayor Jr., PhL.
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